Hablar de cine es hablar de historia. Durante décadas, el uso de los largometrajes como método de reivindicación de derechos, ha sido base importante para recordar las luchas que ha dejado el activismo a lo largo de la humanidad y Moonlight hace su trabajo perfecto dentro del cine….
En relación, el cine LGBTI ha abierto paso entre los detractores de la diversidad, ganando más adeptos conforme pasan los años, y logrando plasmar relatos y anécdotas que visibilizan la realidad social que, en muchas ocasiones, atraviesa dicha población.
Este es el caso de “Moonlight”, uno de los recientes títulos que aborda la discriminación y la violencia interracial, marginal y sexual, la cual fue premiada como “Mejor Película” durante la 89° entrega de los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos a lo mejor del cine.
¿Por qué es de trascendencia su victoria? Muchas y muchos han preguntado luego de que esta le quitara el triunfo efímero al musical “La La Land”, tras una equivocación que también pasará al anecdotario de los peores accidentes de la televisión en vivo.
De “Moonlight” todo fue inesperado, un golpe positivo para tiempos actuales donde la misoginia, el racismo, la xenofobia y homofobia recalcitran en la población estadounidense; una cinta de corte independiente, dirigida por Barry Jenkins, que tuvo un presupuesto aproximado de 1.5 millones de dólares, uno de los más bajos del año pasado, comparada con su “rival” protagonizada por las súper estrellas blancas de Hollywood, Ryan Gosling y Emma Stone.
Sin embargo, la honestidad y transparencia de la cinta logró posicionarse entre el gusto de la Academia, coronándose como la primera producción abiertamente gay, mérito que ni “Milk” ni “Brokeback Mountain” o “Dallas Buyers Club” consiguieron anteriormente.
Lo que llena a “Moonlight” es su autenticidad y la capacidad de brillar por sí sola. Se vale de los colores, del contexto, de la música, de observar lo real, a través de tres actos correctamente equilibrados, que van desplegando la brutal vida de Chiron, el protagonista del relato. Precisamente esto convirtió a la cinta en la verdadera vencedora, dentro de la banalidad del cine.
La voluntad política de derrumbar prejuicios y eliminar barreras, es justo lo que el cine de ahora debe hacer. Producir historias comerciales, dramas convencionales o encaminarse al morbo con la guerra o el asesinato no es la respuesta. Necesario es virar hacia historias personales con las que el público se identifique, que rompa con el mundo del estereotipo que Hollywood nos pinta.
Ni con 14 nominaciones en la bolsa y 30 millones de recaudación, películas como “La La Land” podrán transmitir y realizar lo que “Moonlight” logró aquella noche. Subvertir lo establecido, posicionar a la minoría de manera memorable y natural. “Moonlight” ya es para siempre una reivindicación a la diversidad de pensamiento en todos sus sentidos.
