¡Si no me cela, no me quiere!, ¿Por qué no me responde mi whats, si se lo mandé hace dos minutos?, ¡Yo no ando con una pasiva, qué asco!, ¡Busco activo, varonil y con lugar! hablemos de ¡Violencia y machismo entre parejas LGBT!
¿Cuántas veces hemos escuchado esas frases? ¿En cuántas ocasiones las hemos dicho o nos las han dicho? ¿En qué momento se acaba el amor e inicia la violencia?
Desgraciadamente, tenemos la concepción de que este tipo de actitudes son “normales” o que se cometen exclusivamente de hombres hacia mujeres, pero no siempre es así. La violencia es un sistema que permea en todos los ámbitos de nuestra vida y afecta a todas y todos, sin distinción.
La violencia de género es la desigualdad de poderes entre los sexos y géneros; se manifiesta en hábitos, formas de actuar y pensar que se justifican dentro del machismo y la homofobia. Todo ello, lo aprendemos y reproducimos día con día, incluso con nuestras parejas, seamos gays, lesbianas o heterosexuales.
Pero la violencia no sólo puede estar presente con nuestra pareja, también se presenta en las relaciones que tenemos con quienes nos rodean. Tan sólo pensemos en el rechazo que existe dentro de la comunidad LGBTI, sobre un hombre “pasivo”, aquel que siempre resulta ser el más “afeminado”, quien es penetrado y sumiso ante el “activo” y no sólo en el ámbito sexual. O también cuando escuchamos a alguien que le dice “vestida” a una mujer transexual. Eso, queridos y queridas, son ejemplos de machismo.
¡No te alarmes!
Nosotros y nosotras no somos machistas por naturaleza y, por lo tanto, lo podemos modificar. El rechazo a lo femenino y el culto exagerado a lo varonil o masculino se introduce culturalmente y de forma sutil, a través de los valores, las palabras o las acciones que nos inculcan desde nuestra familia, las cuales se reproducen en la sociedad, en los medios de comunicación, en la escuela, la calle o el trabajo.
Entre muchos otros mitos que tenemos sobre el machismo o la violencia de género, es que sólo se presenta en forma de golpes o agresiones físicas, como empujones, jalones o pellizcos, por decir algunas. Sin embargo, es necesario señalar que la violencia es todo aquello que limita o restringe nuestra libertad, por lo que en las relaciones de pareja quedan ignoradas múltiples prácticas de dominación que se presentan de manera cotidiana, algunas consideradas normales, otras más invisibles y muchas otras justificadas:
¿Por qué ya no me buscas?, ¿Por qué sales con esa tipa, si sabes que me caga?, ¿Quién te mandó mensaje? ¡Exijo que me enseñes tu celular!, ¡Me pegó, pero yo le provoqué!
Éstas son micro violencias que atentan contra nuestra integridad y nos van atrapando lentamente sin que las podamos descubrir a simple vista. Dañan nuestra autonomía e incluso pueden pasar meses o años hasta que las podamos identificar, no obstante, su repercusión sicológica es mucho más grande de lo que imaginamos.
La mayoría de las veces, alguna de los dos partes comienza a utilizarlas desde el principio de la relación y van moldeando lentamente nuestra libertad o colocándonos en un lugar vulnerable.
La intimidación, el uso de la fuerza para tener relaciones sexuales, la imposición de algo que no te gusta, el aislarte en su círculo de amigos, prohibirte hablarle a alguien o qué ropa ponerte, aplicarte la ley del hielo, subestimar a tu pareja, los engaños o las mentiras, todo eso es violencia y, como ya te mencionamos, no llega necesariamente a los golpes, pero es igual, o incluso, más peligrosa.
Si estas líneas te han hecho ruido respecto al noviazgo que llevas con tu pareja o crees que has llevado alguna relación violenta con un hombre o una mujer, no te espantes. Hablar de estos temas siempre parece fácil pero reconocer y querer salir de este círculo vicioso, nunca lo es.
Por otra parte, si tú conoces a alguien que esté pasando por alguna situación parecida, algún amigo o amiga que se pelea constantemente con su novio o novia, no le juzgues, mejor infórmate y ayuda para que esa persona reconozca e identifique esas prácticas de dominación. Apoya a crear una red que esté disponible cuando esa persona lo requiera.
Las relaciones de pareja siempre son para disfrutarse y nunca para sufrirse. La violencia, por ningún motivo, está bien. ¡Nadie tiene derecho hacerse sentir menos y tú tampoco puedes hacerlo! ¿Cuesta trabajo? Sí, porque cómo lo hemos dicho, aprendemos que eso es lo “normal”, pero no lo es y podemos cambiarlo.
Fuera del Clóset
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